La pasión por la Iglesia: Con coraje de mujer
Catalina de Siena, es llamada, la Madre de la Orden de Predicadores. Las distintas ramas de la Orden, a lo largo de nuestra historia se la han ido apropiando como un patrimonio exclusivo de cada uno: monjas, frailes, dominicos seglares, etc. Ahora que no sólo es doctora de la Iglesia, sino también con-patrona de Europa, existen mayores motivos, no sólo para apropiárnosla como madre, sino para imitarla como modelo, sobre todo en la dimensión más esencial de su vida: La intimidad con el Dios de Jesucristo.
Catalina nació en el año 1347, el 25 de marzo, en el barrio de Fontebranda, en Siena, concretamente en el hogar de Jacobo Benincasa, tintorero de pieles y de Lapa Piacenti. Matrimonio honrado que vivía holgadamente. Es la vigésima cuarta hija de los veinticinco hijos. Fue gemela con Giovanna, que murió poco después. Su falta de formación cultural, fue suplida por dones infusos, por los cuales pudo llegar a leer y escribir a la perfección, aunque la mayoría de sus escritos fueron dictados a sus discípulos durante sus elevaciones.
Fue decisivo en su vida una imagen del Señor que tuvo a la edad de 6 años. A partir de entonces, “todo había cambiado de aspecto” en su vida. Ahora, todo sería distinto: El altísimo la había cubierto con su sombra y había hablado a su corazón de niña. A temprana edad, ya manifestó sus deseos por ser toda de Dios y por vivir las virtudes cristianas a la perfección. Su proceso de santificación fue muy de prisa y estuvo acompañado de no pocas gracias y carismas, a los que supo responder con una exigente vida de oración, recogimiento y mortificación.
A los 20 años se ubican sus desposorios místicos con Jesús, y a partir de entonces, tiene que dejar su vida de retiro y soledad, para darse a una actividad apostólica inaudita: para sus fuerzas, para su condición de mujer y para el momento que atravesaba la sociedad y la Iglesia. Aunque de momento temió que sus actividades menoscabasen su intimidad con Dios, comprendió que había aprendido a vivir en lo que ella llama la “celda interior del adentramiento en Dios y de su propio conocimiento”
Catalina de Siena, fue una mujer de Iglesia, de extraordinaria riqueza humana y psicológica y de una exquisita sensibilidad femenina. Tenía gran fortaleza de ánimo y un irresistible poder de convicción, fuera de lo común, con marcados rasgos sobrenaturales. Discípula eminentísima de Domingo de Guzmán. Mujer de fascinante personalidad, capaz de atraer a Dios a los más endurecidos corazones, y de engendrar y criar hijos espirituales para el Reino. Esto se verificó en la conversión de los más endurecidos pecadores y escépticos.
En el año 1371-2, se ubica el comienzo de su actividad política: Comienza su relación personal y epistolar con grandes personalidades del gobierno y de la Iglesia. Y da los primeros pasos promoviendo la cruzada para recuperar, de manos de los infieles, el Santo Sepulcro. El 1374, es llamada por el Capítulo General de Florencia para ser examinada, y se le señala como director a Raimundo de Capua, asunto que ella considera una gracia de la Virgen.
Ante la grave crisis que vive la Iglesia, ella comprende, que todo tiene su solución en una inundación de santidad. Con este ánimo trabaja por defender a Urbano VI, que ella considera el verdadero Papa, pero lo hace, sobre todo con una vivencia muy profunda de la realidad de la Iglesia de Cristo, “con fiebre” por sembrar la virtud, y con energía llamando a la conversión, exhortando a sus discípulos, a cardenales y al mismo Papa. Se siente aplastada por el peso de la Iglesia, y en 1380, dicta su testamento en el que estimula y conforta a sus discípulos. Muere el 29 de abril de este año.
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